Las pinturas más antiguas que se conocen fueron
realizadas en las paredes de las cuevas que servían de
abrigo a la especie humana hace 30.000 años, durante el
periodo paleolítico. Hay muestras del arte
paleolítico en emplazamientos de Europa
occidental, del África sahariana y del sur, y en
Australia. En algunas zonas, como el litoral mediterráneo,
el desarrollo de la pintura continuó en el periodo
neolítico.
Las pinturas que se conservan en las cuevas de
España (Altamira) y del sur de Francia representan, con
increíble exactitud, bisontes, caballos y ciervos. Estas
representaciones están realizadas con pigmentos
extraídos de la tierra,
compuestos de diferentes minerales
pulverizados y mezclados con grasa animal, clara de huevo,
extractos de plantas, cola de
pescado e, incluso, sangre; se
aplicaban con pinceles hechos de varitas y juncos o se soplaban
sobre la pared. Estas pinturas debían desempeñar
una función en
los rituales mágicos, aunque no se conoce con certeza su
naturaleza
exacta. Por ejemplo, en una pintura rupestre de Lascaux, Francia,
aparece un hombre entre los animales junto a
varios puntos oscuros; aunque su exacto significado permanece
desconocido, demuestra la presencia de una conciencia
espiritual y la capacidad de expresarla por medio de
imágenes, signos y
símbolos.
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